Las puertas de cortafuego son elaboradas de hierro, madera o vidrios, las cuales se instalan para evitar la propagación de
un incendio y permitir la evacuación del edificio. También son conocidas como
puertas resistentes al fuego.
Una de las
características principales de las puertas cortafuegos es el aislamiento
térmico y diseño estructural en las holguras para poder contrarrestar la
dilatación metálica y el aumento de las temperaturas para así generar dos
sistemas térmicos que puedan proteger las vías de escapes.
Las más comunes son las pivotantes metálicos. Estas
puertas no permiten que la temperatura de la hoja pase de 140 grados
centígrados o 180 grados centígrados, desde cualquier
punto de la hoja y que el marco de la puerta no pase más de 360 grados
centigrados. Están clasificados por su resistencia al fuego según el tiempo de
temperatura media de los aislamientos térmicos. Los aislamientos térmicos se clasifican en RF 1 hora, RF
1,5 horas, RF 2 horas y RF 3 horas.
El material
aislante en su interior varía según la resistencia al fuego de la puerta. Las
bisagras deben permitir que la puerta se abra con un simple toque, ya que las bisagras
en las puertas son de gran importancia, debido a si estan en mal estado no
permitirá que la puerta se abra con facilidad en cualquier incendio.
Al finalizar la
instalación de las puertas se debe realizar un riguroso mantenimiento mensualmente para así comprobar si la puerta
se cierra automáticamente o si se deja
abierta y también se comprueba que la cinta expansiva siga adherida al marco. Las puertas deberán
estar cerradas en el momento preciso, por lo cual es necesario agregar
accesorios o sistema de cierre automático.
Debido a las características de los componentes que se conforman dentro del aislamiento interno de la puerta, su vida útil es de 20 años. Aconsejando así no agotar dicho plazo si se observa algún deterioro de la puerta o en algún componente.
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